lunes, marzo 20, 2006

El Plan de Uso de Terrenos y la auto-determinación puertorriqueña

El Nuevo Día, en su cobertura del tercer aniversario de la guerra en Irak, publicó ayer una noticia bajo el titular, “Las guerras no deben existir” (pág. 5), haciendo eco al pedido de una niña puertorriqueña de 7 años que viajó con su mamá desde Quebradillas para unirse a una de las muchas manifestaciones que se llevaron acabo este fin de semana.

Desafortunadamente, las guerras existen y continuarán existiendo mientras siga creciendo la población mundial y menguando los recursos disponibles. Muchas guerras se han peleado por grupos o países con distintos intereses que desean obtener el control sobre un pedazo de tierra (y los recursos que contiene). La Segunda Guerra Mundial, la saga entre Israel y Palestina, los reclamos de las naciones indígenas americanas y la presente guerra en Irak son algunos de innumerables ejemplos. La tierra y el país van de la mano y en muchos casos se definen mutuamente. No solamente porque la tierra sustenta la población de los países con hogares, agua fresca y frutos; de la tierra se deriva el espíritu de su gente.

Mientras países y naciones han peleado a través de la historia para obtener el control sobre un pedazo de tierra determinado, en Puerto Rico, donde hemos heredado una tierra rica en recursos y de gran belleza natural, le hemos dado la espalda a nuestros suelos por muchos años, permitiendo que en ellos reine el caos de la construcción-destrucción. Al contrario del dicho popular “Mi casa es su casa,” podemos decir que en Puerto Rico se ha dado un fenómeno distinto, una forma de pensar y actuar que se asimila más a “Mi casa no es mi casa”, y mucho de esto se debe a la falta de auto-determinación.

En 1937, Franklin Delano Roosevelt escribió las siguientes palabras: “La nación que destruye su suelo, se destruye a sí misma”. En el caso de Puerto Rico, a veces tratamos nuestras islas como inquilinos que estamos de pasada. Hemos permitido que los discursos partidistas nublen nuestra visión y no podamos ver más allá del issue del status mientras la oligarquía de poder político-elitista se apodera de las tierras y se aprovecha de nuestra incertidumbre para su beneficio propio. Inciertos a cómo la estadidad, la independencia o una fórmula nueva afectaría nuestro porvenir, nos hemos resignados a una eterna espera, posponiendo la planificación para cuando se tome una decisión final sobre nuestro “start-us” político, algo que por mucho tiempo hemos dejado en las manos del ‘otro’. Por el momento, vivimos tapando boquetes, construyendo sobre mogotes y rellenando humedales.

No tenemos que esperar al próximo plebiscito ni la decisión del extranjero para comenzar a actuar sobre el Puerto Rico que queremos. El Plan de Uso de Terrenos, que se estará llevando a vistas públicas el viernes 24, sábado 25 y lunes 27 de marzo, es nuestra oportunidad como pueblo para determinar las bases del desarrollo que afectará donde vivimos, lo que comemos, cómo trabajamos, lo que aprendemos y cómo nos relacionamos los unos con otros y con nuestro entorno. El Plan de Uso de Terrenos tocará nuestros hogares y comunidades, nuestras escuelas y centros de diversión, afectará nuestros trabajos y nuestra calidad de vida. ¿Queremos un país de concreto donde sólo los pocos tengan el poder económico y político mientras el resto nos volvemos cada día más pobres y donde reine el caos y el crimen? ¿O queremos un país con una democracia saludable y una sociedad equilibrada donde el desarrollo sustentable sirva como su mayor reflejo?

El paisaje (in)forma la cultura. La tierra y el uso de los suelos sirven de reflejo de los valores de un país y su gente. ¿Qué y cómo se desarrolla? ¿Qué y cómo se protege? ¿En qué se basa la economía y qué usan como indicadores? ¿Qué importancia se le da a los lugares de esparcimiento para nuestros jóvenes y envejecientes? Todo esto son algunas cosas que podemos decidir nosotros los ciudadanos mediante la participación activa en el Plan de Uso de Terrenos.