sábado, mayo 27, 2006

EL GRAN RETO DE DEFINIR LA COSTA
por Joel A. Mercado


En días recientes, visité la conocida playa de Vacía Talega en Loíza. Cerca del área donde me encontraba, había un fragmento del tronco de un árbol parcialmente enterrado en la arena. Era un pedazo de madera hermoso; quién sabe cuántas millas había recorrido hasta llegar allí. Imaginé tallar un instrumento con ella y lamenté no poder llevármelo conmigo ese día, pues sabía que en poco tiempo ya no estaría allí. Y es que las playas, un componente esencial de nuestras costas, son sistemas que cambian incesantemente debido a la influencia que ejercen diferentes fuerzas de la naturaleza, como lo son la marea, los huracanes y la erosión.

Las costas, en general, son catalogadas como ambientes dinámicos donde hay una alta tasa en transferencia energética. Sin embargo, mucho mas dinámico y cambiante es el concepto y la definición que tenemos de la costa o la zona costanera. ¿Es más correcto referirnos a ‘costa’ o a ‘zona costanera’? Hablar de “costas” resulta ser bastante generalizado y somero, aunque no incorrecto. “Zona costanera” es un concepto mucho más formal y, por consiguiente, más utilizado en el argot científico.

Ante el reto de intentar definir lo que es la costa, confirmé tres cosas que sospechaba. La primera es que realmente todo depende del cristal con el que lo mires. Probablemente para un geólogo, la definición de la zona costanera varíe considerablemente de la definición que tenga un biólogo marino. Segundo, que cada país probablemente tenga una definición distinta de lo que es la costa. Esto se debe a que somos distintos: nuestra naturaleza y realidad varían de país en país. Tercero, que son muy pocos los que se han atrevido a construir una definición conciliadora de lo que es la costa y de los elementos biológicos y fisiográficos que la componen.

Comenzando por la definición más básica, el Diccionario de la Real Academia Española define la costa como la “orilla del mar, de un río, de un lago, etc., y tierra que está cerca de ella”—una definición que aunque sencilla, es bastante aceptable. Sin embargo, resulta ser una definición un poco confusa debido a que menciona cuerpos de agua dulce, cuando estamos acostumbrados a asociar el concepto de las costas con elementos intrínsecamente marítimos y/o de agua salada.

En el caso de Puerto Rico, El Programa de Manejo de la Zona Costanera de Puerto Rico del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) define a la zona costanera como la “Franja de terreno costanero y las aguas adyacentes a Puerto Rico y a las islas adyacentes dentro de su jurisdicción, delimitada por el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales y aprobada por la Junta de Planificación y por el Gobernador de Puerto Rico, que se extiende mil (1,000) metros lineales tierra adentro desde la línea de costa y, además, distancias adicionales, hasta donde sea necesario para asegurar que se incluyan los sistemas naturales claves de la costa, así como las aguas y el suelo oceánico o marítimo que se extiende tres (3) leguas marinas (10.35 millas terrestres) aguas adentro.” El propósito de esta definición es claramente comunicar una política operacional de esta agencia. Con esto no quiero decir que sea una incorrecta. Por el contrario, entendemos que la construcción de esta definición fue en función de los objetivos del Programa y que recoge todos los componentes necesarios para hacer cumplir las disposiciones legales concernientes al uso, manejo y disfrute de las áreas costeras. Sin embargo, se impone la cabida métrica como base para definir esta zona, relegando la importancia de los elementos biológicos que conforman la costa a un segundo plano.

Por otro lado, según el glosario del Plan de Uso de Terrenos de Puerto Rico, la costa es “la línea de orilla o borde de un país que da al mar o al océano, la cual está constituida por la línea de bajamar, que es la marea baja promedio.” Esta concepción de la costa confirma que hablar de la “costa” resulta ser un poco generalizado, aunque no incorrecto.

Hay definiciones claramente influenciadas por diferentes disciplinas. La siguiente definición: “Las costas son las aguas y las tierras adyacentes a las playas que ejercen una influencia en los usos del mar y su ecología o cuyos usos y ecología están afectados por el mar”, tiene un fuerte componente biológico y omite los aspectos fisiográficos costeros. Si dijéramos que las costas son “la porción de tierra dentro de 100 Km. entre el océano y el área del océano adyacente a la tierra”, estaríamos ofreciendo una definición basada puramente en aspectos geográficos y no estaríamos destacando los aspectos naturales que definen a la costa.

El Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP) dice que las costas son “el área de la tierra sujeta a la influencia marina y el área del mar sujeta a las influencias de la tierra”. Si fuéramos a cuantificar en términos de área superficial a las costas, esta sería definitivamente la definición que ofrece la mayor cabida. Dado su naturaleza abarcadora y conciliadora como organización mundial, esta definición que ofrece la UNEP no me sorprende.

Lo cierto es que el concepto de lo que son las costas es muy debatible. Es también muy probable que una definición no sea más correcta que otra. Las costas son lugares donde muchos factores de carácter biológico, geológico y antropogénico convergen. Es por esto que a lo mejor sea desacertado tratar de acomodar la definición de las costas en un concepto inmutable y estático.

Lo que debemos comprender es que es precisamente la naturaleza multifactorial de las costas lo que las destaca como ambientes únicos en el mundo. Esta peculiaridad supone entonces una urgencia en la conservación de los componentes que la conforman: manglares, arrecifes de corales, playas, bahías, humedales y todas las demás variedades de ecosistemas allí presentes. En definitiva, mientras las olas sigan golpeando la orilla de las playas, mientras el viento continúe transportando los granos de arena de un lado al otro y mientras las mareas continúen bañando y trasformando el rostro de nuestras costas, nuestra percepción de lo que éstas son cambiará indefinidamente.

Joel Mercado es el portavoz de "Boricuas sobre Ruedas", un grupo de seis jóvenes que intentan promover el uso de bicicletas como medio de transportación alterno. Boricuas sobre Ruedas estará realizando su primera bicicletada, "P-daleando x la Costa", los días 28 de mayo al 11 de junio del 2006 con el propósito de conocer las comunidades costeras de la Isla y documentar sus atractivos y necesidades más apremiantes. Para leer más sobre esta iniciativa, aprieta los links en el menú a mano derecha.

martes, mayo 16, 2006

EL ARTE DE GOBERNAR
escrito sometido por Eugenio Palacios

"Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad soberana, no se enorgullece ni envanece por ello; si su posición es humilde, no se rebela contra los ricos y poderosos. Cuando el reino es administrado con justicia y equidad, bastará su palabra para que le sea conferida la dignidad que merece; cuando el Reino sea mal gobernado, y se produzca disturbios y sediciones, bastará su silencio para salvar su persona".
- Confucio, filósofo y líder chino quien vivió cerca del 551 a 479 AC, durante la dinastía Zhou





Gobernar es conocer, en esencia, las necesidades de una determinada población. Es conocer sus proyectos, sus aspiraciones de futuro, es conocer la naturaleza humana.

Se establece un gobierno otorgándole a un grupo de dirigentes poderes para que nos gobiernen, estableciendo normas, reglamentos, leyes que propicien nuestro desarrollo integral, que nos protejan incluso de nosotros mismos estableciendo derechos individuales y responsabilidades. En este contexto el gobierno tiene que ser firme, debe ser categórico. Si bien es cierto que cada gobernante posee su propia forma o estilo de gobernar, no es menos cierto que la idea fundamental del gobierno debe ser el llevarnos hacia adelante en la consecución de nuestras metas.

Notamos que los gobiernos que nos han tocado vivir son ambiguos, débiles. No cuentan con unas metas fundamentales. Se desvirtúan anunciándonos noticias demagógicas que son las que aplauden los votantes. Sin embargo, han dejado a un lado o tal vez nunca han adquirido el verdadero concepto de gobernar y lo que ello significa. Un gobierno debe asumir la responsabilidad de tener en sus manos el destino de los gobernados.

En nuestro país dirigimos para un grupo de nuestro color político. Les damos trabajo con el dinero del gobierno, los defendemos incondicionalmente, incluso en las cortes, les permitimos realizar delitos sin culparlos. Da la sensación de que no existiera ni moral ni ética cuando se trata de los miembros de nuestro partido. Gobernamos para pocos y por poco tiempo; luego todo queda en nada o peor que antes ya que se han consumido enormes sumas de dinero y si en el siguiente cuatrienio cambiamos de partido, toda aquella obra será total o parcialmente devaluada o destruida.

Necesitamos personas en el gobierno de mejor formación humanística, que posean mejores valores, que vivan el civismo, para que puedan gobernar a todos los puertorriqueños de manera clara, firme y con metas a corto y largo plazo. De esta manera no será necesario que nos mencionen cosas gratas al oído para tranquilizarnos. Eduquemos a los niños de hoy para contar mañana con mejores gobernantes, por que, en definitiva, estaremos sentenciados a ser gobernados por personas poco preparadas en estas artes que llegan al poder para tener cada vez más poder y saciar sus ambiciones personales con gran impunidad como lo estamos sufriendo actualmente.

Este escrito fue sometido a IKE PASA, PR por Eugenio Palacios, 16.05.06

Para conocer más sobre la filosofía de Confucio, oprime aquí.

Para saber qué opinan los ciudadanos puertorriqueños sobre sus líderes, visita el sitio especial "PUERTO RICO OPINA" de EL NUEVO DIA oprimiendo aquí.

domingo, mayo 07, 2006

"Los cerebros que se van y el corazón que se queda"
Por Magaly García Ramis

Tiene que haber un momento preciso del día cuando toman la decisión. Quizás amanecidos una noche, al despuntar el alba miran al cielo y ven a Venus alineado a la Luna y al ir bajando su mirada verticalmente y enfrente a su casa, los cristales del auto rotos a pedradas. Ven más allá: toda la fila de carros con las ventanas rotas; miran más aún y se topan con el horizonte de la urbanización tan nueva que prometía en anuncios a colores tranquilidad y seguridad para toda la familia bajo un nombre bilingüe de cache y ambigüedad, atributos que tanto nutren a los puertorriqueños: ¿Úcares Heights? ¿Alturas de Reinita Hills? ¿En cuánto me salió el pronto de esta casa? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que me den un aumento para ampliar la marquesina y poder poner los dos carros adentro? ¿Cuántos años faltan para que la nena me pida el carro y vuelva un día de madrugada justo cuando la ganga de manduletes rompe-carros esté merodeando el vecindario y...? y debe ser un día, al amanecer, que toman la decisión de irse del país, todos esos hombres y mujeres que ahora no se llaman exiliados como los del siglo pasado, ni emigrantes como los de principios de siglo, ni tomateros como los de los años '50 y '60, sino "Cerebros".

Cerebros; esa gran masa encefálica que como nube nuclear se desplaza lenta y constantemente hacia el extranjero; esos sesos con patitas que se suben a diario a los aviones rumbo a otra vida: doctores a Dallas, profesoras a Boston, maestros a Rutgers, pintores a San Francisco, trabajadores sociales a Nueva York, enfermeras a Chicago, arquitectos a Miami, investigadores a Washington, sociólogas a México, ingenieros a Arabia Saudita, todos profesionales, porque "Cerebro" es aquí sinónimo de un graduado universitario o una experiencia profesional y abarca lo mismo policías, sicólogos, recién graduados que treintoncitos, y todos, a falta del tren de la ausencia, se montan en el avión del recuerdo.

Todos tienen algo roto, por eso se van; si no es el cristal del carro, es el matrimonio. Los Cerebros se mudan por muchas razones pero todas tienen que ver con la falta de algo. Con el trabajo que no le dieron porque para mala pata él pertenece al partido que perdió; con la seguridad que no existe en la casa donde la asaltaron a ella, tres veces ya; con la familia que no está porque al divorciarse, ella se casó de nuevo y se llevó los nenes y él está solo en la casa y además no quiere verle más la cara a ella. Entonces aparecen los anuncios que tienen sueldos de cinco cifras, gorditas ellas, y las promesas de un lugar donde no hay rotos ni en las calles.

Los Cerebros entonces empacan, cierran sus cuentas y se despiden. Siempre vuelan de día, porque llevan muchas cosas consigo en los aviones: libros, serigrafías, discos, fotos, y una exageración de ropa que no van a usar Allá porque en los lugares templados a donde usualmente se desplazan los Cerebros, la gente no se viste con tantos colorinches ni necesita, como los puertorriqueños, tener ropa distinta para treinta días seguidos.

Al llegar Allá, donde sea, los Cerebros consiguen bonitas casas que no necesitan rejas; por sus ventanas abiertas los pillos no entran pero las añoranzas salen. Cuando se mudan a un apartamento echan de menos los balcones del trópico pero enseguida aplastan esa nostalgia innecesaria porque se trata, después de todo, de no pensar en los espacios, sino en las especias y las especies, en el trabajo reproductor de bienes; en la buena calidad de los hospitales donde reproducirse, donde traer al mundo a sus pequeños herederos no es tan traumático como en la isla. Porque los servicios médicos de Allá siempre han de ser mejores que los de Acá, pero uno sabe eso sin haberse mudado. Lo dicen las revistas, la prensa, los que van y vienen.

Los que van y vienen son los padres de los Cerebros: En cuanto un Cerebro está instalado invita a su Mamá a que le visite. La Mamá llegará con sus bolsitas de café y harina de bacalaitos y con el libro de cocina que el Cerebro le pidió, porque viviendo afuera, los Cerebros deciden cocinar lo que jamás comieron aquí. Dependiendo de la edad, la Mamá le llevará o Cocina criolla o Del fogón al microondas, pero de nada le servirá al Cerebro, pues su Mamá estará cocinando a diario las dos semanas que le visite. Cuando regrese a la isla la Mamá contará a todo el barrio "lo inmejorable" que es el estilo de vida del Cerebro, tan bien pagado que está, viviendo en ese lugar de lo más bonito y tranquilo.

Al cabo de unos años, los Cerebros tratan de visitar la isla y llegan con cámaras de vídeo directo al Viejo San Juan para enseñarles luego a los de Allá cómo es lo de Aquí. De pronto el conocimiento de los rasgos arquitectónicos coloniales cobra una importancia desmedida en la vida de los Cerebros y también las tradiciones y la música popular. ¿Popular? ¿La que se guarda en discos o la que se baila? No hacen distinción, toda la compran en CDes si la hay, y compran ron para llevarse, ellos que prefieren el vodka o la ginebra, compran ron para enseñar Allá qué es lo que producimos Aquí. Entonces, por primera vez, el santo y seña de ser isla, tropical y caribeña empieza a calar en la conciencia histórica de los Cerebros. La noche antes de irse le preguntan al hermano menor si él está estudiando sobre Puerto Rico y le pontifican sobre nuestra herencia cultural y el hermano no entiende qué rayos le pasa al Cerebro, el hermano tiene ya en la mirada el deseo de esa casa sin rejas, de ese apartamento sin balcón, callado y solitario, limpio y seguro donde el Cerebro pasa sus noches Allá donde pagan bien. No importa que allá también asalten, o maten o desmembren. Allá se paga bien.

Allá donde pagan bien uno tiene que acostumbrarse a que las cosas son diferentes. Allá nadie llega de visita de pronto, no hay fiesta espontánea posible. Allá los profesionales son muy educados y llaman antes de atreverse a presentarse en tu casa. "Allá yo conozco como seis parejas de amigos míos, todos en el área de Maryland y ¿tú sabes cual es el pasatiempo favorito de ellos?", dice uno de Acá, "reunirse una vez al mes a hablar de Puerto Rico. Eso, con Washington ahí, con el National Gallery, con el Smithsonian, con todos esos cines, y ellos que si la política, que si El Yunque, viendo videos de aquí".

Los Cerebros Allá empiezan a demarcar sus etnias y toman conciencia de quiénes son aunque no quieran saberlo. Pero eso no impide que puedan acostumbrarse Allá, o que llegue a gustarle su nueva vida, no, a todo se acostumbra uno y después de todo, uno se fue buscando una vida mejor, un aire de ciudad grande, un respiro de comunidad chica y eso, al menos, lo logró. Lo que sucede es que Acá uno se pregunta a cada momento, "¿y si yo me fuera?".

Porque los Cerebros se están yendo. A veces los vienen a reclutar un mes antes de la graduación; a veces se les cita por cientos a entrevistas en un hotel grande de la capital; a veces ven desplegado en el colegio el anuncio de un lugar desconocido en el mapa donde el salario le permitiría a uno tener además de la casa en la urbanización, una en la playa, y uno acepta enseguida ese trabajo, aunque entonces, viviendo Allá, ¿como ir a la casita de la playa?, nos preguntamos los que estamos Acá.

Aún no nos hemos ido los que vivimos Acá, pero estamos haciendo turno en la fila de las ilusiones cada vez que nos rompen los cristales de los Carros. Estamos listos pero dudamos porque, después de todo, uno tiene aquí... ¿Que, qué tiene uno aquí? ¿Esto es una cárcel? ¿Por eso será que los titulares dicen "Fuga de Cerebros", no dicen "ida" o "viaje" sino fuga, lo que presupone encierro y augura libertad? ¿Uno se queda encerrado, o más bien enmarado, porque el mar establece el lindero geográfico que aísla y encierra? No, eso era antes, ahora con cualquier avión, uno da el salto. Entonces, ¿por qué uno se queda? Si Allá es mejor y... Bueno, porque alguien tiene que cuidar a los papás, eso, ellos ya están mayores y no se van a acostumbrar por Allá. Además, alguien, pues, tiene que echar para adelante el negocio; montar un negocio en otro sitio es difícil y mira, mi hermana esta estudiando Derecho y yo la estoy ayudando y cuando se gradúe ella quiere trabajar con el Gobierno, ella tiene esos ideales de los jóvenes de ayudar al país... Yo, yo lo he hablado con los nenes y con mi esposa; Allá me ofrecieron un salario bien bueno para empezar, y con beneficios marginales tremendos, los nenes están locos por ver la nieve pero yo empecé este grupo de estudio con unos amigos, pensamos hacer una investigación sobre la preservación de los manglares; quizás cuando terminemos en un par de años...

Todas las razones tienen puntos suspensivos, todas las razones tienen forma definible, todas tienen un trasunto de emoción que no permite razonar lógicamente por qué no se van todos los Cerebros de Puerto Rico, por qué no emigran todas las enfermeras mal pagadas de una vez, todos los policías maltratados para siempre, todos los profesores de literatura desconocidos en este país y preciados en el de Allá, todas las trabajadoras sociales frustradas con la burocracia y humilladas por jefes incompetentes, toda la gente de letras, de números, de cifras y computadoras, de estetoscopios y de tamices. Porque todos estos Cerebros también han visto la Luna alineada a Venus, amanecidos, pensando alguna noche, y alboreando junto a otro día han mirado un azul tenue e impenetrable y un amarillo brillante y antiguo empujar la oscuridad y anunciar otro día nuestro, y han visto los cristales de su auto roto y antes de pensar "esto es el colmo, hoy mismo lleno la solicitud" algo les ha impulsado a sentir "maldito sea, yo que hoy iba a ir más tarde al trabajo, ahora voy a tener que estar en el taller de Tato en cuanto abra para que me arregle ese cristal". Y han tenido un latido fuerte de rabia e impotencia por la vida que vivimos ahora, vida que no augura nada seguro a pesar de los títulos, de las profesiones, de las urbanizaciones más remotas y ese latido sale al unísono de todas las casas, un son amelcochado con olor a café, un ritmo acompasado que anuncia que somos todos individuales Cerebros, pero que todos somos un solo Corazón, el Corazón que se queda.

Este es el que sale todas las mañanas en medio del tapón y sueña con que si volviera el Rey de España pintarían los edificios públicos, y si celebraran las Olimpiadas arreglarían las carreteras. El Corazón que se queda está harto de los estudiantes maleantes en su escuela pero está tan orgulloso del puñado de muchachos que ganaron el premio de la Feria Científica que vuelve todos los años a esa trapo de escuela aunque no tenga ni permanencia. El Corazón que se queda tiene dañado el aire acondicionado del carro pero con los chavos del part-time no lo va a arreglar, no, le va a comprar al nene un Nintendo para su cumpleaños. Tiene que hacer una segunda hipoteca a la casa pero así podrá comprar el terrenito en la falda del Yunque para cuando se retire o para cuando venga su hermano, el Cerebro, de Allá. El Corazón traga duro casi todos los días; trata de no mirar la portada del diario sensacionalista pero sus ojos no pueden evitar las grandes letras rojas que gritan: Asesinado, Baleado, Víctima, Muerte; entra al supermercado y sus ojos no pueden sino brotar de las cuencas al ver como han subido los precios de semana en semana, como cada vez ponen más tomates blanditos y más lechugas podridas las grandes, magníficas y poderosas cadenas de supermercados y uno, que remedio; llega a la casa y encuentra que el teléfono no funciona pero al menos no se han llevado el agua estos días; sale al patiecito y ve que el perro del vecino escarbó en la reata y lo que iban a ser flores son tallos mordidos; mira el cielo del atardecer y ve que por primera vez el palo de limón tiene frutos y recuerda que en su casa, cuando chico, había un palo de limón ¿O era en la casa de la abuela? Y esa noche cuando llama al Cerebro Allá, lo primero que le dice el Corazón es que el palito ya va a dar limones.

Para que los limones y otros árboles den frutos, a veces se les hace una encerrona. Si no acaban de florecer, se les tapa; se les ahoga toda posibilidad de sol y luz y aire y ellos, enloquecidos, creen, sienten -porque se sabe que sienten en lo más intimo de sus células- que van a morir, y en un último empuje de vida, echan flor, para reproducirse como Dios manda; entonces los destapan, y viven para dar frutos.

El Corazón que se queda también ha creído a veces que se va a morir, también ha estado a punto de apagar la vida e irse, pero luego, al escuchar su propio latido, ha mirado dentro de sí y ha visto las minúsculas flores que auguran que de alguna manera todavía hay frutos que dar, dulces o agrios, qué importa; el año en la cual le toca ser anfitrión del Cerebro que viene.

Los Cerebros que se van regresan en Navidades con los regalos más hermosos que compraron a descuento en unas tiendas de fábula que sólo ellos conocen Allá; el Corazón que se queda les espera con un ron cañita de bienvenida, hecho por un jíbaro que solo él conoce, Acá. Los Cerebros tienen muy desarrolladas las piernas porque están siguiendo un régimen de salud y con ellas caminan y corren hacia el progreso. El Corazón tiene muy desarrollados los brazos para abrazar a los Cerebros que tanta falta le hacen, que seguro tuvieron que irse, que están bien Allá, y quizás estarían mejor Acá, pero que quién sabe.

Juntos de nuevo, el Corazón y el Cerebro irán por los de las costas a comer de la manteca que nos une, caminarán por las calles del Viejo San Juan tomando fotos que sus nietos encontrarán años después en alguna gaveta y comentarán a viva voz sobre la política y la sociedad de su país mientras leen los diarios llenos de noticias sobre los legisladores, los bailes de beneficencia y los artistas del momento.

Entonces, luego de los pasteles y el lechón y del brindis del Bohemio, el Corazón llevará al Cerebro al aeropuerto y después de pasar la maquina de Rayos X que no permite que uno lleve alimañas Allá en las frutas y plantas (no importa cuantas alimañas vengan de Allá para Acá en Primera y en turista) le echará en el bolso de mano una lata de café donde irán escondidos docena de limones "para que seas el primero en probarlos”, le dará un abrazo que dure todo el año y le prometerá que irá a verlo, sin falta, este año, sí. Mientras el Cerebro se acomoda en su asiento y se pone el cinturón de seguridad, el Corazón enfilará rumbo al trabajo que quizás debería dejar y buscarse algún otro pero que total, da para sobrevivir y además si uno nació para Corazón, aquí se planta y aunque en algún momento se haya ido, de verdad o en ilusiones, a fuerza tuvo que regresar. El irse como Cerebro no remedió el vacío. El quedarse como Corazón quizás no le permite llegar. Pero uno sigue, en el tapón, en el calor -el mes entrante hago un préstamo y arreglo el aire. El Cerebro ya se eleva sobre la isla, saca la cámara y hace una última toma panorámica antes de ponerse a preparar el informe que tiene que dar mañana en el trabajo; el Corazón entra en el túnel de Minillas, oye las bocinas, hace un gesto de resignación, busca bajo el asiento un cassette de Lucecita, lo pone y rompe a cantar con ella: "Qué te parece Cholito, que te van a desterrar, como si la ausencia fuera, remedio para mi mal..."

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Tomado del libro "La Ciudad que me Habita" de Magaly García Ramis, Ediciones Huracán, 1997.

lunes, mayo 01, 2006

La mentira tiene las patas muy cortas
comentario sometido por 'Salpa Fuera'
Aníbal y Rosselló.

El ex-Alcalde de Bogotá y Senador, Enrique Peñalosa Londoño, estuvo en Puerto Rico el mes pasado y el 28 de marzo ofreció la charla Elementos para la construcción de una visión de ciudad. Bastante temprano en el transcurso de la misma estableció que:

“La ciudad es el último resquicio de la ideología”.

Defino estas palabras, ya que pienso que hablar sin sentido es como mentir. La vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua Española dice así:

Ciudad. Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas.

Resquicio. Huella, rastro.

Ideología. Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.

O sea, que si el conjunto de edificios y calles en que vivimos es el rastro de las ideas que describen nuestra sociedad y cultura, entonces Puerto Rico está en poco menos que un estado de guerra. Aquí describo los valores de sociedad que nuestra ciudad está reflejando.

Devastación. Cuando nos alejamos de la mentira del automóvil para usar otros medios de transporte, sea el tren urbano, o sean nuestras piernas, la ciudad se nos refleja tal como es. Como ejemplo, la vista de los alrededores de la estación de tren de Cupey es lastimosa. Siendo ese lugar un espacio tan especial por albergar las dos partes del jardín botánico más el edificio de Recursos Naturales y de Calidad Ambiental, lo que ve el pasajero del tren es una serie de estructuras derruidas y una melcocha de escombros que recuerda a un país que ha sido bombardeado. Y es más, si se intenta cruzar esa calle caminando, percibiremos la total indiferencia por la dignidad humana que nos ilustra este peligroso espacio.

Saqueo. La tala indiscriminada de árboles es una afrenta a todos los ciudadanos del país. Qué mejor ejemplo de los peores valores que el desagravio por abuso de nuestros recursos naturales comunes a todos. Y el saqueo no se limita a este ejemplo. Me convencí de que habíamos tocado fondo cuando escuché la noticia de que en el Instituto de Ciencias Forenses les estaban robando las prendas a los muertos. Me dije: “Caramba, pero si esto es lo que ocurre en un país en guerra: el saqueo de los cadáveres o de aquellos que van a morir”. Cualquiera en el extranjero que oye esta noticia jura que nos estamos muriendo del hambre en Puerto Rico. Y así podría ser, porque acto seguido re-emitieron la noticia ya sabida de que el saqueo de nuestros terrenos agrícolas nos pone en una situación verdaderamente precaria al carecer, en caso de paro de importaciones, de alimentación suficiente. Supongo que de esta hipótesis volverse realidad, tornaríamos al canibalismo.

Ultraje. Y llegamos a lo peor. A veces quisiera ser más inconsciente para no ver las cosas, pero no deja de impactarme cierto museo recientemente remodelado en Santurce, que ubica al lado de una escuela legendaria. No dejo de pensar cuán mal estamos cuando los fondos se invirtieron en un museo que parece un club privado (con los carros estacionados sobre el césped y todo) mientras los estudiantes pasan su día en las peores condiciones, sin aire acondicionado (¡ni qué hablar!) en un edificio feo y sucio. Cuando escuché que el gobierno comenzaría por cerrar las escuelas ante la crisis fiscal, pensé: “estamos ultrajando a nuestros niños, privándolos de su educación que es lo único con que ellos cuentan para su futuro, que es cada vez más competitivo”. Me indigné más de lo saludable, pensando que en otros países, ENTERRARÍAN SUS CABEZAS BAJO LA TIERRA DE LA VERGÜENZA de pensar tan sólo en cesar el servicio de educación antes que eliminarle las escoltas y las dietas a algunos que se hacen llamar “honorables”. Y cuando pensé que esto era el colmo de la indignación, escuché la noticia de que un maestro de religión de una de las mejores escuelas privadas del país violó a una niña de 6 años. No digo más.

Ouch.

Devastación, saqueo, ultraje. Sin esperarlo, una noticia publicada el viernes 21 de abril de este año* confirmó mi triste hipótesis: la investigadora Alma Irizarry Castro dijo en conferencia de prensa que Puerto Rico ha ocupado el tercer lugar a nivel mundial en homicidios, superado sólo por Colombia y el Salvador. Usó datos de años en que estos países se encontraban – y en el caso de Colombia, aún se encuentra – en guerra.

En mi opinión, sólo tenemos que ser observadores medianamente dotados para ver en nuestra ciudad los valores retorcidos con los que vivimos. Puerto Rico está en un estado de guerra, lo que nos diferencia de El Salvador o Colombia es que no hemos tenido el valor de aceptarlo. Estamos inmersos en una insensibilidad que perpetúa estas faltas, tal cual se insensibilizan los combatientes ante el terror constante y el horror antes de enloquecer. Detrás de todos estos síntomas en nuestra ciudad hay enfermedades, y muchas tienen nombre y apellido. Todo lo que tiene que ver con nuestro estado ambiental, económico y social dependió en su momento de ideas y acciones que tomaron diferentes personas.

Si no queremos prolongar esta agonía, debemos realizar un ataque frontal al asunto. Esto no significa violencia, un ataque directo es una denuncia clara. Si he dicho que parece que estamos en un estado de guerra, entonces lo que debemos hacer es buscar responsables y juzgarlos. Esto es, a fin de cuentas, lo que se hace con los criminales de guerra. Se los busca, enjuicia, y se los hace pagar por sus crímenes. Todos los que tienen algún rastro de conciencia saben quienes son. Y todos los que se toman con un mínimo de seriedad el futuro de esta isla debieran hacer lo mismo.

Esto no ha terminado. Esto acaba de comenzar. Busquemos a los responsables. Hagámosles cumplir su palabra, o su condena, ellos deciden. En Puerto Rico, no debiera existir la pobreza, porque presupuesto no falta. El problema es administrativo. Aún así, más del 60% de las personas viven en el nivel de pobreza relativa. ¿Dónde están nuestros parques, nuestras fuentes y nuestras aceras? La ausencia de todos ellos contribuye y es prueba de nuestro malestar social. Si no desean estos “responsables” modificar su conducta, o si como pueblo somos incapaces de exigir que sean juzgados, entonces sólo nos queda una opción. Deberemos exigirles a estos culpables impunes que hagan lo que hasta una Bebé sabe decir: “echa a correr sin mirar atrás”*.

Rosselló se confiesa.

* Puerto Rico: tercer país más violento. El Nuevo Día, viernes 21 de abril de 2006, página 10.
** De la canción “Corre”, letra por la cantante pop española Bebé, álbum Pafuera Telarañas.

Este comentario fue sometido a IKE PASA, PR por Salpa Fuera, 30.04.06